El comienzo de todo

Text recovered from 12.11.2007

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Link escuchaba desde su árbol los gritos de júbilo de los otros niños. Muchas veces había estado tentado a unirse a ellos, pero no creía que la diversión que pudiera tener compensara la gratitud de su alma al sentirse a solas. Además, estaba seguro de que los demás no le aceptarían. Notaba como todos los del pueblo, mayores y niños murmuraban sobre él, y sabía perfectamente el porqué. Su madre había nacido en aquel pueblo, Kokiri, pero siendo bastante joven se marchó. Años después volvió encinta, sin querer dar el nombre del padre. Poco tiempo después, dio a luz un niño, pero no pudo llegar a verle, ya que murió en el parto en circunstancias muy extrañas. Por ello, Link nunca había sido muy apreciado, pues se daba por hecho que era un hijo bastardo despreciado por su padre, que nunca tuvo una madre que le defendiera. Sólo tenía 10 años, pero ya conocía perfectamente lo cruel que podía ser la gente, por eso prefería estar solo. Le gustaba cerrar los ojos, y ver el rostro de su madre. Bueno, realmente él nunca la había llegado a ver, pero… Sabía que aquel rostro tan hermoso sólo podía pertenecerle a ella.

De pronto oyó un alboroto fuera de lo normal, y la curiosidad le sobrepasó. Bajó del árbol apoyándose en las ramas y fue corriendo hacia la entrada del pueblo. Allí todos se arremolinaban alrededor de quien parecía ser un mensajero a caballo del castillo de Hyrule que tenía una gran noticia que dar.

–         Por orden del rey Niunor de Hyrule, debo informar a todos los pueblos del reino que hace escasos días han llegado de tierras lejanas una nueva raza de seres.

Un murmullo comenzó a extenderse entre todos los presentes hasta que el recién llegado alzó una mano para que hicieran silencio.

–         Nuestros visitantes se dan a sí mismos el nombre de hombres, y son muy semejantes a nosotros. Hablan una lengua extraña, pero con voluntad y esfuerzo nos hemos entendido mutuamente. Físicamente son como nosotros, no tan hermosos, pero con mucha fuerza y tesón. Y el rey Niunor quiere que sepáis que juntos, elfos y hombres construiremos un Hyrule más poderoso, y que debemos tratarles como hermanos. Esto es todo, pronto tendréis más noticias.

Así, la figura dio media vuelta y cabalgó hacia la salida del pueblo. Link sintió algo dentro de él que le impulsó a correr detrás de ella. Metros después el jinete se dio cuenta y paró, para escuchar lo que tenía que decirle aquel chico.

–         Decidme, ¿cómo puedo ver a los recién llegados?

–         Bueno, si tanto deseas verlos, puedes venir conmigo a Hyrule, vuelvo allí. Pero, ¿te dejarán tus padres ir?

–         Yo no tengo padres – contestó Link apesadumbrado. Pero enseguida añadió- Así que no tengo nada que me impida conocer aquello que ha hecho a mi corazón dar un respingo.

–         Bien, si es así, yo no tengo inconveniente. Me harás compañía en el largo viaje.

Así, los dos partieron, y al cabo de un par de días de camino, llegaron a la ciudad de Hyrule. El mensajero, quien se llamaba Lúar, le hizo sitio en su habitación del palacio, y le dejó ir a dar una vuelta mientras él contaba todos los incidentes a su señor. Así Link comenzó a dar vueltas por el castillo, sintiendo que algo conducía sus pasos. La gente con la que se cruzaba apenas parecía prestarle atención, así que no tuvo problemas en ir donde quiso. De pronto, se encontró en la capilla del castillo, y frente a él, la Trifuerza, de la que tanto había oído hablar. Parecía llamarle, así que sin poder evitarlo se fue acercando más y más, hasta que quedó justo enfrente de ella. En ese momento, uno de los cristales comenzó a brillar más y más, y de pronto se soltó y se lanzó contra Link. Él niño cayó al suelo. Cuando se levantó, el cristal había desaparecido, y los otros dos continuaban flotando frente a él. En ese momento oyó una risa tras él y se volvió. Junto a la puerta mirándole había una niña, algo menor que él que se reía como sólo creía que eran capaces los ángeles. Era rubia de ojos azules, y con un vestido rosado muy lujoso. La niña se acercó a él poco a poco sin dejar de sonreír y le dijo cuando estuvo cerca de él:

–         Así que tú eres el chico de mis sueños.

–         ¿Cómo dices? – preguntó Link sorprendido.

–         Desde que tengo uso de razón, he soñado contigo, el elegido por la Trifuerza. Eres el que salvará al reino del mal, y el que me salvará a mí.

–         ¿Cómo puedes saber eso? No bromees conmigo – contestó el chico mientras se apartaba de ella.

La niña se puso seria y dijo con cara de enfado:

–         Yo soy la princesa Zelda, y no consiento que me hables en ese tono – y sonriendo de nuevo añadió- De todas formas el hecho de que hayas venido es muy bueno para mí.

Y tras decir esto extendió la mano hacia la Trifuerza y uno de los cristales se posó suavemente en su mano. Y con una sonrisa aún más grande en su rostro le dijo:

–         Bueno, eres el chico de mis sueños, y ni siquiera sé tu nombre.

–         Mi nombre es Link – y viendo que se esperaba más de él terminó- Me tendréis en Kokiri para serviros en lo que haga falta.

–         Bueno es saberlo, Link, puesto que sé que pronto nuestros caminos volverán a cruzarse. Entonces, os iré a buscar a Kokiri. Pero hasta que llegue ese día, dejadme que os haga un regalo que os será muy útil.

Dicho eso, sacó un pequeño frasco que tenía guardado en su jubón y lo abrió. Una luz rojiza que había en su interior salió. Zelda le dijo unas cuantas palabras y la luz revoloteó en torno a Link diciendo:

–         Hola, soy Navi, y a partir de ahora seré tu hada protectora. Yo te enseñaré a convertirte en un hombre fuerte de verdad, para que el día de mañana te conviertas en el protector de mi princesa.

–         Ahora será mejor que partas – le aconsejó Zelda- No es recomendable que se sepa quien es el portador del cristal del valor. Será mejor que vuelvas a tu pueblo y te conviertas en un joven fuerte, para que cuando te vaya a buscar, puedas ayudarme.

–         Como deseéis mi princesa – contestó Link- Os esperaré impacientemente, y me haré fuerte y poderoso para que estéis orgullosa de mí. Adiós.

–         Hasta luego mi caballero…Así, Link corrió por todo el castillo hasta llegar a los aposentos de Lúar, que le esperaba allí. Le contó que debía volver a su pueblo, y él, aunque extrañado, se ofreció a llevarle, pues su camino pasaba junto a Kokiri. Y así, Link volvió a su pueblo natal, con el poder de la Trifuerza en su interior.

Diez años más tarde…

Link se entrenaba en el bosque con la espada. No era una gran espada, la compró con el dinero que le habían unas cuantas personas cuando les ayudó, al igual que el escudo que descansaba apoyado sobre una roca. El tronco con el que entrenaba ya estaba muy castigado, así que decidió darse un descanso. Además, ya estaba anocheciendo, así que en un rato volvería a casa. De pronto escuchó una melodía que provenía del interior del bosque, muy hermosa, y sintió curiosidad. Así, guiándose por la música llegó a un claro, donde una chica de cabello castaño claro tocaba una ocarina. Cuando notó su presencia, la chica dejó de tocar y le sonrió, y cuando iba a levantarse apareció un enorme lobo que se llevo a la chica. Link corrió detrás de ella, y no sin esfuerzo, consiguió alcanzarle y herirle en una pata, lo que hizo que la soltara. Tras esto, el lobo se le encaró y se lanzó hacía él, pero consiguió esquivarle y lanzarle una estocada que le hirió gravemente. El lobo cayó, se levantó como pudo y huyó. Link se giró hacia la chica, que estaba inconsciente y con algunas heridas de gravedad. Sacó un ungüento que llevaba y se las cubrió. Después la tomó en brazos y la condujo hacia su pueblo.

Allí, en su cabaña le esperaba Navi, quien solía preferir no acompañar a Link a sus entrenamientos, pues sabía que le ponía nervioso. Cuando vio a la chica fue a hablar, pero Link le pidió silencio con un gesto. El elfo la puso sobre la cama y la observó. Era muy hermosa, a pesar de las ropas humildes que llevaba. De pronto, cayó en una cosa, ¡la ocarina! La había olvidado por completo, tendría que ir a buscarla. Pero estaba anocheciendo… Bueno, eso sería parte de su entrenamiento.

–         Navi, cuida de ella, debo volver al bosque.

–         ¿Al bosque? Pero si ya casi ha anochecido.

–         Lo sé, pero no tengo más remedio. Cuida de ella, y si despierta dile que no tardaré en volver.

Así, Link corrió hacia el bosque. Cuando llegó allí, no pudo evitar desorientarse. Todos los árboles parecían iguales, y la oscuridad no le permitía ver apenas.  De pronto, comenzó a oír aullidos de lobos. Aceleró el pasó y de pronto vio algo brillar en el suelo. Se acercó y lo recogió. Era la ocarina, y lo que brillaba era un símbolo, pero no le dio tiempo a inspeccionarlo porque de pronto oyó como un grupo de lobos le rodeaban. Uno de ellos se adelantó y vio que era al que había herido. Se lanzó, y Link le esquivó como pudo. A duras penas pudo esquivar a otro que se le lanzó, pero no pudo evitar que un tercer lobo le lanzara un zarpazo en un brazo. Este le hizo tambalearse, pero pudo recuperarse para atacar con su espada a otro lobo. Así, poco a poco iba manteniéndolos a raya, pero cada vez el brazo le dolía más. Sabía que estaba perdiendo mucha sangre, y que eso era lo que le nublaba la vista. También sabía que los lobos estaban esperando, que no le atacaban con la furia de la que eran capaces. Así, no pudo evitar que un lobo se lanzara sobre él y le hiciera perder su espada, que voló a varios metros de él. Trató de correr hacia ella, pero otro lobo le atacó por la espalda y le tumbó. Sentía  el aliento del animal en su nuca, mientras el dolor de su brazo aumentaba. No tardaría en perder el conocimiento, lo que tal vez le ayudaría a no sentir como moría. Justo antes de perder la conciencia vio una figura rodeada de luz. Y después oscuridad, sólo oscuridad.

Cuando Link despertó se encontró la figura de Navi revoloteando sobre él.

–         ¡Qué bien! Ya has despertado.

–         ¿Qué ha pasado? La última cosa que recuerdo es que iba a ser devorado por lobos…

–         Sí, pero ella te salvó.

–         ¿Ella? ¿Quién es ella?

–         La chica a quien salvaste. Cuando despertó le dije que habías ido al bosque y fue a buscarte. Intente impedírselo, pero me encerró aquí y se fue. Después volvió al rato contigo herido. Ahora se ha ido al bosque a recoger unas hierbas para curarte.

Link trató de levantarse, pero el dolor de sus heridos le hizo caer.

–         No te levantes – le dijo una voz desde la entrada.

La chica a la que salvó entró en la habitación con unas hierbas en sus manos. Las dejó en una mesa y comenzó a revisar las heridas del elfo.

–         ¿Quién eres? – preguntó él.

–         Ahora no hay tiempo para eso, antes debo curarte – dijo mientras cogía las hierbas y las machacaba en un cuenco.

–         Al menos dime tu nombre. Deberé llamarte de alguna manera, ¿no?

Ella le dedicó una sonrisa y le contestó:

–         Puedes llamarme Nadea. Y ahora estate quieto y en silencio mientras te pongo este ungüento. Puede dolerte un poco.

Link sintió una punzada de dolor, pero lo aguantó sin dejar exclamar ningún sonido de dolor. Poco después ella terminó y le ayudó a incorporarse.

–         Bueno, – dijo ella con dulzura- te vendría bien que fuéramos a dar un paseo. Además, así podremos hablar, hay mucho que has de saber.

Así, los tres salieron y al cabo de un rato de caminar sin decir apenas nada, se sentaron en un lugar apartado. Entonces la chica comenzó a hablar.

–         Vos sois Link, ¿verdad?

–         Sí. ¿Cómo sabéis mi nombre? ¿Acaso os lo dijo mi hada?

–         No. Pero una persona me hablo de vos. Me dijo que sabría quien erais en cuanto os viera, y así ha sido.

–         ¿De qué persona habláis? – preguntó el intrigado.

–         De mi señora, la princesa Zelda.

Link no pudo evitar levantarse de golpe, algo que hizo que se tambaleara y tuviera que volver a sentarse.

–         ¿Zelda? ¿Traéis noticias de mi señora Zelda?

–         Sí. Ella os dijo que cuando necesitara vuestra ayuda os vendría a buscar. Ahora os necesita, aunque no ha podido venir en persona. Por eso me manda a mí, para pediros que salvéis el reino.

–         Decidme de que se trata, os lo ruego.

–         Veréis, dentro de nuestro castillo, tenemos la semilla del mal. Se trata del consejero del rey, Gannondorf, quien le tiene totalmente dominado. Mi señora ha descubierto que se ha aliado con un reino de hombres para que invadan Hyrule y tomen el control de todo. Esto comenzará poco a poco, primero con una boda entre el príncipe de aquel reino, Zorok, quien es la mano derecha de Gannondorf, y la princesa Zelda. El rey ya ha dado su consentimiento, y una vez él pueda acceder al trono, tendrá muy fácil la invasión. Por eso has de buscar a Gannondorf y derrotarle.

–         Bien, os prometo que le venceré, y salvaré a la princesa del destino que ese horrible ser le guarda.

–         Bien, pero debéis saber otra cosa. Gannondorf se ha apoderado del cristal del poder de la Trifuerza, lo que le hará un oponente muy poderoso. Además, deberéis cuidar vuestros sentimientos, pues si le matáis de forma injusta, él volverá a la vida tarde o temprano. Así pues, debéis ser justo con él, por mucho que le despreciéis.

–         De acuerdo. No os preocupéis, cumpliré la promesa que un día le hice a nuestra señora. Pero decidme, ¿dónde encontraré al consejero?

–         Yo os conduciré a él y os ayudaré, al menos durante parte del camino. Eso sí, debemos partir cuanto antes.

Link asintió, y el resto del día lo pasaron preparando todo, para salir al día siguiente antes del amanecer.

Nadea había dejado su yegua Epona a la entrada del pueblo. Le explicó que era un obsequio de la princesa, y que a partir de entonces sería suya. Cabalgaron durante todo el día, haciendo sólo pequeñas paradas, y aquella misma noche llegaron a la ciudad de Hyrule.

Había crecido mucho desde que Link había estado, y hombres y elfos se entremezclaban por toda la ciudad. Nadea le condujo a una pequeña casa cerca del castillo y le dijo que deberían tratar asaltar el castillo por la noche. Así, cuando ya fue noche cerrada, envueltos en dos capas negras se dirigieron al castillo. Nadea le condujo a una parte de la muralla en la que una enorme roca que se desplazó con un leve empujón de la chica. Así, aparecieron en el jardín del palacio. La chica le condujo con lentitud esquivando a los guardias que patrullaban. Al poco llegaron a uno de los muros del castillo del que colgaba una enredadera. Nadea le indicó que subiera por ella hasta un balcón y ella le siguió. Una vez dentro de la habitación la chica le condujo por los pasillos hasta una puerta enorme. Link, tras ver como ella lo hacía, apoyó el oído sobre la puerta, y escuchó la conversación entre dos hombres:

–         Pronto nuestro plan se habrá terminado. No tardarás en contraer matrimonio con esa mocosa y después… ¡Todo el reino será nuestro!

–         Sí, pero… ¿Podremos encontrarla? Además, me da mala espina la profecía.

–         Ja, ja, ja. ¿Tienes miedo de unas palabras escritas en un libro hace casi mil años? No seas estúpido. Y respecto a lo otro… La tendremos antes de lo que piensas.

Link ya había escuchado suficiente, así que abrió la puerta de una patada mientras aferraba con una mano su espada y con la otra su escudo. Gannondorf sonrió en cuanto les vio entrar e indicó con un gesto a Zorok que se ocupará de él. Link se avalanzó sobre el humano que sacó una espada de debajo de su capa. Link era más rápido que él, pero sabía que Zorok era más fuerte, y que si conseguía darle tendría las de perder. Así que tuvo que esforzarse en esquivar todos sus movimientos. En ese momento oyó un grito y se volvió. Gannondorf había golpeado a Nadea y se la estaba llevando. Link trató de alcanzarle pero Zorok le golpeó con su espada y le hizo caer. Link se levantó a toda velocidad, pero sólo pudo ver como el consejero se escapaba por una puerta. A duras penas le dio tiempo a protegerse con el escudo ante un ataque del príncipe y le devolvió el toque con bastante éxito. Zorok quedó bastante tocado y comenzó a tambalearse. Link se acercó a él de un salto y le dio con la empuñadura de la espada, lo que hizo que le dejara sin conocimiento. Después, siguió a toda velocidad a Gannondorf.

No tardó en llegar a una enorme sala donde se encontró a Gannondorf sentado en un enorme trono con Nadea a sus pies. Cuando llegó Link, se levantó lentamente y soltó una sonora carcajada que llenó toda la sala.

–         ¿Así qué tú eres el famoso héroe que liberará a Hyrule? No me hagas reír, ni si quiera has conseguido que no me apoderara de la princesa.

–         ¿Qué quieres decir? Antes dijiste que no la habías encontrado.

–         Vaya, ¿no lo sabes? Esta chica que te acompaña es la princesa Zelda. Tú me la has traído.

Link se quedó sin saber que decir. ¿Ella era su adorada Zelda? ¿Cómo no pudo saberlo…? Gannondorf pareció adivinar sus pensamientos, por qué dijo:

–         ¿Acaso la amas? No seas estúpido, jamás podréis estar juntos. Ella es tu hermanastra.

–         ¿Qué dices? – preguntó él tartamudeando y con los ojos abiertos de par en par.

–         El rey Niunor siendo aún muy joven se enamoró de tu madre y como yo jamás lo aprobé, creyó que casándose en secreto conseguiría burlarme. Pero yo lo supe todo, al igual que ella quedó encinta del rey y que esperaba un niño. Eso sólo me traería problemas, una niña siempre da menos problemas que un heredero, por eso traté de matarla en varias ocasiones sin éxito. Entonces, tu padre le pidió que se marchará a Kokiri hasta que nacieras, así no correría peligro. Pero pos supuesto yo me enteré y mandé a una comadrona que se encargó de matar a tu madre después del parto. También debía matarte a ti, pero no fue capaz, y yo no le di importancia a que te dejara vivir. Error que no volveré a cometer.

Dicho esto sacó una enorme espada, casi más alta que Link y se abalanzó contra él. Link le esquivó y le dio un golpe. Repitió esta operación varias veces, aunque parecía que no le hacía ni un rasguño. De pronto Link vio a Zelda, tirada en el suelo, y se preguntó si estaría muerta. Esta idea hizo que se llenara de furia y se abalanzará sobre Gannondorf. De una estocada partió la espada del consejero en dos y comenzó a darle una estocada tras otra, hasta que el consejero cayó de rodillas sangrando por sus numerosas heridas. Link puso su espada junto al cuello, tratando de tener presente que debía ser justo con él. Pero de pronto oyó la voz de de Gannondorf decirle:

–         Eres igual de cobarde que tu madre, que prefirió huir antes de quedar con la persona que amaba.

Esto llenó de ira a Link, que de una estocada limpia le cortó el cuello. Antes de que la cabeza cayera al suelo, Gannondorf desapareció, quedando sólo el cristal de la Trifuerza, que brilló unos instantes y desapareció. En ese momento Link supo que volvería a encontrarse con él.

Días después Link fue a ver a Zelda. Ella le había pedido que fuera a verla varias veces, pero él tenía muchas cosas en las que pensar y había puesto excusas. Ya no le quedaban más, y no tuvo más remedio que ir a verla. Los guardias del castillo le condujeron al jardín privado de la princesa, que, una vez se hubieron ido, corrió hacia Link y le abrazó.

–         Estaba deseando volver a verte. No he dejado de pensar en ti desde que nos hemos separado. Bueno, – dijo con una sonrisa a la vez que se apartaba de él- la verdad es que no he dejado de pensar en ti desde la primera vez que nos vimos hace diez años.

–         Zelda, yo…

–         La verdad es que has sido muy valiente. Perdona que no te dijera quien era desde el principio, pero tenía que comprobar si estabas preparado para todo esto. Espero que me comprendas.

–         Zelda…

–         Hemos tenido que pasar muchos años separados pero ahora por fin podremos estar juntos – dijo con una sonrisa que le iluminaba todo el rostro- Bueno, no te he dejado hablar, dime que opinas.

Link estuvo unos segundos sin hablar, mirándole a los ojos, y por fin dijo apartando la mirada:

–         Mi señora, yo no os amo.

Zelda se quedó muda, sin saber que decir. Los ojos comenzaron a brillarle, anunciando sus lágrimas.

–         No puede ser. Yo creía… creía que me amabas, lo he visto en tus ojos. Mírame a los ojos y dime que no me amas si eres capaz.

Poco a poco, Link clavó sus ojos en los de ella y, reuniendo todas sus fuerzas le dijo.

–         No te amo Zelda.

Ella rompió a llorar y salió corriendo. Link miró como se alejaba hasta que la perdió de vista. Después se volvió y salió del castillo, donde le esperaban Epona y Navi. Montó en la yegua y se alejó de la ciudad. Cuando hubo pasado un tiempo Navi le preguntó:

–         No volvemos a Kokiri. ¿Hacia dónde vamos?

Link paró a Epona. Miró hacia atrás, al castillo de Hyrule y volvió a mirar hacia delante antes de contestar:

–         Adelante, siempre adelante sin mirar atrás.

Y cabalgando a toda velocidad, se dirigió al mar mientras el sol se ocultaba en el horizonte.

Artículo creado por Zeldita